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Cómo Tomamos Decisiones: Un Viaje entre la Razón y el Corazón


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Imagínate esto: es lunes por la mañana, estás frente al guardarropa y tienes dos opciones. Una camisa perfectamente planchada (pero aburrida) y tu camiseta favorita, algo arrugada pero cargada de recuerdos. ¿Qué eliges? ¿La lógica o la nostalgia? Este simple dilema es solo un ejemplo cotidiano de cómo tomamos decisiones, un proceso que ocurre cientos de veces al día, aunque pocas veces reflexionemos sobre su complejidad.

Tomar decisiones, ya sea si llevas una camiseta arrugada o lideras una empresa hacia la innovación, es un acto que combina factores racionales, emocionales y, a veces, pura intuición. Vamos a sumergirnos en este fascinante proceso desde lo personal hasta lo empresarial, guiándonos por la sabiduría de psicólogos, expertos en inteligencia emocional y consultores.


El lado personal: entre la intuición y la lógica


Para entender cómo decidimos, primero debemos reconocer el caos controlado que sucede en nuestra mente. Daniel Kahneman, autor de "Pensar rápido, pensar despacio", describe que tenemos dos "sistemas" para decidir. Por un lado, el Sistema 1, rápido e intuitivo. Este sistema es el que te dice "¡Coge esa camiseta arrugada! Es tu favorita". Es instintivo, como si lo hiciera un piloto automático. Por el otro, el Sistema 2, más lento y analítico. Este se detiene a reflexionar: "¿En serio vas a ir al trabajo con una camiseta arrugada?". Aunque el Sistema 2 tiene la última palabra en decisiones importantes, el Sistema 1 suele tener un voto más fuerte del que admitimos.

Sin embargo, no todo se reduce a estos sistemas cognitivos. Antonio Damasio, otro peso pesado de la neurociencia, demostró que las emociones son esenciales en la toma de decisiones. Nuestras experiencias pasadas y las emociones asociadas a ellas generan "marcas emocionales" que nos guían, como un GPS emocional que a veces te dice: "Recuerda aquella vez que te dieron una promoción por vestirte profesionalmente".


El enfoque empresarial: decisiones con impacto colectivo


En el ámbito empresarial, el terreno es más complejo. Aquí no solo decides por ti, sino que tus elecciones afectan a equipos enteros, estrategias y, en algunos casos, el futuro de una organización. Según Peter Drucker, el ícono del management moderno, una buena decisión empresarial debe ser efectiva y eficiente, pero también debe considerar factores como el impacto humano y la adaptación al cambio.

¿Y qué hay del liderazgo? Ahí es donde entra en juego la inteligencia emocional. Daniel Goleman, un referente en este campo, argumenta que los líderes que toman las mejores decisiones no son necesariamente los más racionales, sino los que pueden comprender y gestionar las emociones propias y ajenas. Un líder que escucha, muestra empatía y fomenta el diálogo es más probable que tome decisiones alineadas con los objetivos del equipo y la empresa.

Un caso clásico es el de Steve Jobs, quien, aunque no siempre fue ejemplo de empatía, combinaba análisis racional con una pasión tan intensa que inspiraba a sus equipos a seguirlo. Jobs no solo analizaba datos: confiaba en su intuición para elegir productos revolucionarios. En pocas palabras, las decisiones empresariales más exitosas suelen surgir de una mezcla de datos duros, instinto y empatía.


Retos universales: decisiones bajo presión


¿Quién no ha sentido el peso de tomar una decisión importante? En lo personal y en los negocios enfrentamos desafíos similares:

  • El sesgo cognitivo: Nuestros cerebros tienden a buscar información que confirme nuestras creencias. Esto puede llevarnos a ignorar alternativas mejores.

  • La parálisis por análisis: A veces, tenemos tantas opciones y datos que nos quedamos congelados, como una computadora con demasiadas pestañas abiertas.

  • El miedo al error: Tememos equivocarnos tanto, que preferimos no decidir en absoluto.


Consejos para tomar mejores decisiones


  1. Claridad de objetivos: ¿Qué quieres lograr? Define tus metas antes de actuar.

  2. Equilibrio entre lógica e intuición: Escucha tu instinto, pero confirma tus decisiones con datos cuando sea posible.

  3. Consulta diferentes perspectivas: A veces, un amigo o colega puede darte a claridad que necesitas.

  4. Acepta que no hay decisiones perfectas: Incluso una mala decisión puede enseñarte algo valioso.

  5. Actúa con valentía, pero evalúa: Las decisiones audaces suelen generar resultados, siempre y cuando sean calculadas.


Las decisiones emocionales y racionales tienen características diferentes que influyen de manera única en el entorno laboral. Ambas tienen su lugar, y la clave está en saber cuándo usar cada una o cómo integrarlas para tomar mejores decisiones.


Decisiones emocionales en el trabajo


Las decisiones emocionales se basan en nuestras intuiciones, experiencias previas y sentimientos del momento. Aunque a veces se consideran impulsivas, no necesariamente son negativas. Por ejemplo:

- Ventajas:

- Suelen ser rápidas, lo cual es útil en situaciones urgentes o cuando se requiere actuar con poca información.

- Fomentan la conexión humana, especialmente en situaciones que requieren empatía, como resolver conflictos o motivar a un equipo.

    - Pueden reflejar valores fundamentales, como la lealtad o la justicia, lo que fortalece la cultura organizacional.


Sin embargo, si no se gestionan adecuadamente, las emociones pueden llevar a decisiones precipitadas, sesgadas o inconsideradas. Un líder que se deja llevar por el enojo, por ejemplo, podría tomar medidas que dañen la moral del equipo.


Decisiones racionales en el trabajo


Las decisiones racionales, en cambio, están basadas en datos, análisis y lógica. Requieren tiempo, pero ofrecen un enfoque estructurado que minimiza riesgos. Por ejemplo:

- Ventajas:

  - Permiten analizar todas las opciones y elegir la más eficiente.

  - Reducen el impacto de sesgos personales y emocionales.

   - Favorecen la planificación y la previsión, lo que es ideal para estrategias a largo plazo.


El lado negativo es que este enfoque puede volverse lento o insensible si no se equilibra con el componente humano. Por ejemplo, una decisión racional podría implicar despedir empleados para reducir costos, pero si no se considera el impacto emocional y social, podría generar resentimiento o afectar la reputación de la empresa.


¿Cuál es mejor? Depende del contexto


En el trabajo, las mejores decisiones a menudo combinan ambos enfoques. Aquí entra en juego la inteligencia emocional, que, como señala Daniel Goleman, permite equilibrar emociones e información objetiva. Por ejemplo, un gerente que enfrenta un problema de desempeño podría usar datos para analizar la situación (racional), pero también mostrar empatía al comunicar la decisión al empleado (emocional).


En resumen, las decisiones racionales son ideales para resolver problemas complejos y estratégicos, mientras que las emocionales son clave para situaciones humanas o creativas. Un profesional equilibrado sabe cuándo dejar que el corazón influya y cuándo confiar en la cabeza. ¡Ese balance es donde sucede la verdadera magia!

 
 
 

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